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Detrás de la Careta… Carlos Covani (ARG)

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Nombre: Carlos Enrique Covani.

Lugar y fecha de nacimiento: Rosario, Argentina. El 30 de diciembre de 1967.

Club al que pertenece: Jockey Club de Rosario.

Peso: 85 kg.

Estatura: 1.80 mts.

Arma: Espada y Florete.

Orientación: Diestro.

TW: ¿A qué edad y quién te inspiró o motivó a iniciarte en la esgrima?

CC: Comencé a los 11 años. En esa época era muy popular en Argentina la serie “El Zorro”, de Disney, con Guy Williams como protagonista; y obviamente yo era fanático. En el club al que yo iba a aprender natación daban clases de esgrima y un día entré a la Sala a averiguar. Me recibieron con mucha calidez, me mostraron lo básico del deporte y a partir de ese día la esgrima pasó a ser una parte importante de mi vida. Mi maestro fue Bruno Roncali, alguien a quien recuerdo con muchísimo afecto, incluso mi hijo más chico se llama “Bruno” en homenaje a él, y que era la persona más buena y generosa que he conocido. Ha fallecido hace algunos años.

TW: ¿Cuántas horas entrenas a diario?

CC: Entre dos y tres horas cada día, cuatro días a la semana. Pero una parte importante de mi entrenamiento son las competencias. Participo del ranking nacional de Argentina en las categorías Senior (abierta o absoluta), Preveteranos (+ 40) y Veteranos (+ 50); más las pruebas regionales de estas categorías en mi región (la provincia de Santa Fe), algunos torneos de la Ciudad de Buenos Aires y los eventos internacionales (Campeonatos Sudamericano Preveterano y Veterano, Panamericano Preveterano y Veterano y Mundial Veteranos), a lo que siempre me las arreglo para agregarle algo más (este año, por ejemplo, aproveché mis vacaciones para participar en dos competencias de Veteranos en Francia -Clermont Ferrand, 3º puesto- e Inglaterra -Dudley, 1º puesto-). Creo que esas 20 o más competencias anuales son un aporte fundamental a mi entrenamiento porque los asaltos en competencia tienen un contenido de estrategia y manejo de la presión que los entrenamientos de sala no pueden igualar.

TW: ¿Cuál es la dieta que llevas, tu preparación previa a las competencias?

CC: Nunca le di importancia a la alimentación hasta el año 2013, y lo cierto es que comía muy mal (me alimentaba a base de hidratos de carbono y azúcares, en una sola ingesta diaria). En el 2013, y con 45 años de edad, quedé seleccionado como suplente del equipo argentino de espada que iba a participar de los Juegos Odesur Santiago 2014. Como estaba dando mucha ventaja de edad a mis potenciales rivales, traté de compensar eso de alguna manera y decidí que seguramente el tema de la alimentación era una cuenta pendiente a saldar. Fui a una nutricionista que luego de superar el espanto de mi relato sobre cómo me había alimentado los últimos 25 años, me dio las indicaciones para ordenarme (las cuatro a seis comidas diarias) y me armó una dieta variada con más presencia de proteínas y vegetales. Lo hice al pie de la letra hasta que finalizaron los Juegos Odesur (de los cuales me traje la medalla de plata por equipos, sin tirar un solo asalto) –entre risas- y luego de ello no he sido tan rígido pero sí incorporé definitivamente las cuatro comidas diarias y presto atención a variar la dieta. No consumo alcohol, no fumo y, por supuesto, no me drogo.

TW: ¿Cuál es el oponente que te cuesta o te la ha puesto difícil en tus años de competencia?

CC: Obviamente, hay muchos tiradores que me he cruzado y me han ganado (algunos con mayor o menor facilidad), sobre todo en competencias internacionales, pero son rivales que a veces te cruzas una sola vez en la vida, no me vienen a la mente sus nombres cuando me hacen esta pregunta. A nivel local (Argentina), hay alguien a quien desde el año 2000 (el día que salí Campeón Nacional, y cuando él tenía sólo 17 años) no le he podido ganar un solo asalto en competencia oficial. Ese es José “Koko” Domínguez, actual integrante del equipo nacional argentino de espada, y su esgrima es para mí inaccesible.

TW: ¿Escuchas música para entrenar o previo a las competencias?

CC: Para entrenar no. En las competencias hace un par de años que incorporé ese recurso, como una forma de lograr mayor concentración.

TW: ¿Qué hobbies tienes aparte de la esgrima?

CC: Me gustan los trabajos manuales de la casa, como por ejemplo la plomería, electricidad, algo de albañilería, etc. Yo soy abogado y es una buena distracción, el problema es que por falta de tiempo -y por no llamar a un técnico- a veces las reparaciones demoran más de la cuenta.

TW: ¿Qué sueño tiene Carlos Covani como esgrimista?

CC: Ser campeón mundial de veteranos. Para otras categorías, ya ni como sueño –entre risas-.

TW: ¿Un momento difícil en tu carrera como esgrimista?

CC: En el año 2015, cuando se inició la temporada de competencias, empecé con un dolor en el antebrazo derecho (epicondilitis, bastante común en la esgrima, el tenis, etc.) y como no quise dejar de entrenar ni competir, recurrí a una infiltración con corticoides, con la que anduve muy bien durante dos o tres meses pero justo antes del sudamericano de veteranos el dolor volvió. Volví al médico a pedir una nueva infiltración y luego de explicarme los motivos por los cuales era desaconsejado, y yo explicarlo lo importante que era para mí seguir compitiendo y que no me importaba el riesgo, de todas formas se negó a infiltrarme. Fui entonces a otro médico y con un poco menos de información logré que me infiltrara nuevamente. Así aguanté sin problemas y pude ir al Sudamericano y ganarlo y seguir entrenando hasta el Panamericano. Allí, en Lima, luego de la prueba de florete volvió el dolor y ya no tenía a quién recurrir y obviamente no iba a conseguir que me infiltraran con corticoides en otro país. Me comuniqué telefónicamente con un médico muy amigo y fanático del deporte que me podía entender y me dio como solución infiltrarme con lidocaína (anestésico local) en la zona del dolor, con lo cual podía neutralizar el dolor durante el efecto de la anestesia (porque el problema era que el dolor me aflojaba el brazo), y me pasó unos links de youtube donde se mostraba la manera de realizar la infiltración. Fui a la farmacia, compré lidocaína, jeringas, agujas y alcohol y como tenía miedo de que me durmiera el brazo completo, el día antes de la competencia hice una prueba piloto infiltrándome a ver los efectos. Funcionó y sólo me durmió la parte dolorida (cercana al codo).

 Al otro día, justo antes de la poule, me apliqué el anestésico y pude tirar sin problemas todas la poule y gané todos los asaltos. Para cuando llegó el turno de los cuadros, ya estaba volviendo el dolor y tuve que pasar por el baño a inyectarme lidocaína de nuevo (aclaro que no es doping, porque es anestesia local, es sólo para anular el dolor, la lesión sigue). Bueno, pude seguir tirando y gané el campeonato. Cuando volví a Argentina el brazo ya me dolía practicamente todo el tiempo y lo primero que hice fue ir a un médico especialista. Cuando le conté la brutalidad que había hecho se agarraba la cabeza y cuando me hizo una ecografía me dijo que tenía el tendón casi deshecho. Ahí me prohibieron hacer esgrima, empecé un tratamiento con plasma enriquecido y rehabilitación. Eso durante más de seis meses en los cuales como no aguantaba estar sin hacer esgrima, me puse a entrenar como zurdo y hasta llegué a participar en torneos locales tirando de zurdo (y con victorias,) –entre risas-.

Igual quiero dejar bien en claro que soy consciente que lo que hice fue una irresponsabilidad que me podría haber costado la funcionalidad del brazo (en mi defensa, llega una edad en que te puedes romper de tantos lados que esos riesgos se vuelven relativos) –entre risas-.

TW: ¿Cuál ha sido el momento más feliz en tu vida como esgrimista?

CC: No estoy seguro, con el tiempo los recuerdos relativizan las cuestiones. No puedo olvidarme la vez que salí Campeón Nacional de Argentina (año 2000), o la primera vez que gané un campeonato Panamericano de preveteranos (Aruba 2014) o el décimo puesto en el Mundial de Veteranos (Livorno 2018). He tenido la suerte de vivir muchos momentos felices en este maravilloso deporte.

Uno a veces se queda pegado a las medallas, pero a veces uno se vuelve a la casa o el hotel con una sonrisa pero sin la medalla, porque hizo algo mejor de lo habitual, le ganó a un rival imbatible hasta ese momento o simplemente porque pudo llevar a la pista lo que venía entrenando, y llegó hasta donde pudo.

No soy ni he sido un esgrimista de elite, no soy un dotado, soy un perseverante. Puedo ser un tirador complicado, quizá, pero no me considero un gran esgrimista. Lo que he conseguido viene más de las ganas que de la calidad.

TW: ¿Cómo te levantas tras una derrota?

CC: Generalmente, las derrotas me provocan sed de revancha, la propia derrota me levanta. Cuando te toca en un cuadro eliminatorio, a veces la revancha demora semanas o meses; cuando es en la serie llega más rápido. Además, a esta altura de mi carrera he aprendido a procesar cada derrota y a aprender también de ellas; me enojo o me siento frustrado, sí, pero sólo un rato.

TW: ¿Qué anécdota recuerdas durante alguna competencia o entrenamiento?

CC: Algo que nunca pude olvidar, y pasó hace 28 años, fue muy particular y me hizo para el futuro un obsesivo del control de mi material de esgrima.

Era el Campeonato Sudamericano de 1991, en Montevideo. En esas épocas mi material no era de muy buena calidad (y yo no lo controlaba adecuadamente) y llego al cuadro de 8 y presento mi primer espada y no pasó el control de la punta. Me ponen una tarjeta amarilla y cambio de espada.

Le doy esa primera espada a un compañero para que la vuelva a calibrar. Comienzo el asalto y al rato mi compañero me avisa que ya había calibrado la espada. Como era mí preferida, decido cambiar de arma y cuando la vuelvo a presentar al control, seguía descalibrada, tarjeta roja. Vuelvo o tomar la espada que acababa de dejar, me la vuelven a controlar, también se había descalibrado, nueva tarjeta roja. Tomo una tercera espada y continúa el asalto. Al rato, se me rompe la hoja y vuelvo a necesitar cambiar de espada. La nueva espada que tomo tampoco pasa el control: nueva tarjeta roja. Acá se me diluyen los recuerdos, no me acuerdo si fue ahí mismo o más adelante durante el asalto que volví a tener problemas de material, lo que sí recuerdo es que en definitiva me pusieron 4 o 5 tarjetas rojas y que el asalto lo perdí 15-13. Es decir que si no hubiese sido negligente en el control del material, me hubiera subido al podio). Eso me marcó.

TW: ¿Cuál es el entrenador o entrenadores que han marcado tu vida como atleta?

CC: Sin dudas, Bruno Roncali.

TW: ¿Cuál ha sido su mayor logro?

CC: El décimo lugar en Espada, en el Mundial de Veteranos de Livorno 2018.

TW ¿Cuál es la frase con la que te identificas o filosofía de vida?

CC: Uh, qué difícil pregunta!! Hay un proverbio que creo que es chino, que dice algo así como: “Si una cosa tiene solución, ¿para qué preocuparse?; y si no tiene solución, ¿para qué preocuparse?”.

Me parece que se ajusta bastante a cómo vivo mi vida.

TW: ¿Qué consejo les darías a los nuevos esgrimistas?

CC: No me siento con autoridad para dar consejos, pero me gustaría transmitirles mi entusiasmo y mi amor por este deporte. Tratar de explicarles que más allá de los resultados uno compite también consigo mismo por superarse. Lo importante es irte satisfecho de que diste lo mejor de ti y que aplicaste en el torneo lo que tanto trabajaste en la sala. No todos pueden ser los primeros, por muy buenos que seamos sólo uno es el que gana.

TW: ¿Qué significado tiene para ti la esgrima?

CC: Uno de los tres pilares de mi vida: mi familia, mi trabajo, la esgrima. No hago otro deporte, no tengo vicios ni otras actividades que me ocupen la vida. Es más, muchas veces he acomodado familia y trabajo a la esgrima. Es una pasión, en la pista disfruto, en las competencias más todavía.

Aunque no me interesa la política deportiva ni el trabajo organizativo me he involucrado también es esos roles justamente para asegurarme de poder tener mi deporte vivo y con el objetivo (quizá egoísta) de poder disfrutarlo yo.

“No todos pueden ser los primeros, por muy buenos que seamos sólo uno es el que gana” C. Covani.

Por Roberto Pineda. Periodista. Corresponsal Argentina –  Prensa Touché Editorial.

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