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Historia de la esgrima paraguaya (PAR)

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La esgrima paraguaya, reconocida por la Secretaría Nacional de Deporte (SND) según Resolución Nro. 50 del 17–IV–1.950, la introdujo el Prof. Alfredo Nicolás Da Ponte, hace más de 120 años, proveniente de Italia, donde fue contratado junto a su hermano, en un proyecto de capacitación a un Paraguay que insistía en levantarse tras la Guerra del 70.

Paraguay tuvo su primer contacto con el florete –una de las tres armas utilizadas en la esgrima– alrededor del año 1896, de la mano del maestro italiano Alfredo Nicolás Da Ponte, padre del fallecido y apasionado esgrimista Rodolfo Italo Da Ponte, considerado como uno de los máximos exponentes de esta disciplina y el responsable de su difusión en el país.

Si bien la esgrima tiene más de 100 años de historia en el país, son pocas las personas que la conocen y saben que «fue el primer deporte olímpico paraguayo en 1968, en los Juegos Olímpicos de México, con la presencia de Rodolfo Alfredo Da Ponte como atleta, acompañado de su padre Rodolfo Italo Da Ponte como técnico. Entre tanto, la Federación Paraguaya de Esgrima funciona desde el 17 de abril de 1950».

Rodolfo Italo Da Ponte quien fue instructor  de esgrima en las Fuerzas Armadas de la Nación y Escuela de la Policía donde desarrolló una intensa actividad en clubes, siendo uno de los fundadores de la Federación Paraguaya de Esgrima. Organizó y enseñó este arte-deporte,  en diferentes clubes del Paraguay formando legiones de esgrimistas.

Su actuación deportiva

Participó en numerosas competencias en infantiles, cadetes, para maestros de Armas Sudamericanas, en 1937 (La Paz, Bolivia), en 1938 (Buenos Aires, Argentina), en 1939 (Chile) y 1940 (Perú).

Aprovechó estos eventos para realizar numerosos seminarios de capacitación.

Como Maestro

Fue maestro entrenador nacional  en 32 oportunidades, sea en pruebas internacionales como Sudamericanos, Panamericanos y Juegos Olímpicos.

En Juegos Olímpicos. Fue entrenador de su hijo (Rodolfo Alfredo da Ponte), en los Juegos Olímpicos de México (1968), siendo este hecho significativo para la historia olímpica paraguaya, pues Rodolfo Alfredo fue el primer paraguayo en la historia en competir en unos Juegos.

Impartió enseñanza en las tres fuerzas (Ejército, Armada Nacional y Aeronáutica).

 Fue entrenador en los Mundiales de Buenos Aires (1962) y San Pablo (1987).

Escribió varios libros. Entre ellos, «Tratado Moderno de Espada y Sable», «Esgrima Moderna de Florete», «Manuela de Historia de la Educación Física y deportes», manual utilizado como obra de consulta para Escuela de Educación Física, entre otros aportes literarios.

Con 35 años de servicio, pasó a retiro en la milicia a su pedido en el año 1969, pero continuó enseñando en la Academia Militar y la Armada Nacional, totalizando más de 60 años en la docencia de las armas.

Distinciones

«Orden Nacional del Mérito en el Grado de Comendador» el 3 de octubre de 1996 (por decreto del Poder Ejecutivo).

Medalla de Honor al Mérito de la División de Caballería, Armada Paraguaya, Aviación Paraguaya, Academia Militar «Mcal. Francisco Solano López», Intendencia del Ejército y Escuela de Educación Física de las Fuerzas Armadas de la Nación.

Su mayor logro

Su mayor triunfo deportivo lo cristaliza como maestro y entrenador de un equipo que fue formado a través de los años, para convertirlo finalmente en Campeón Sudamericano y único invicto del torneo, en pedanas argentinas, evento internacional realizado en Rosario, en el año 1968, acontecimiento inédito hasta la fecha en el Paraguay.

 El esgrimista Rodolfo Alfredo da Ponte tuvo el privilegio de ser el primer deportista olímpico de la historia de Paraguay, en los Juegos de México 1968 que este año celebran su 50 aniversario, y acudió como único representante del país por una casualidad que ahora, a sus 79 años, guarda como «la mayor satisfacción recibida en la vida».

«Como decía mi papá, ‘después de esto, misión cumplida y me voy’. Es el orgullo. La vida con esto ya me dio todo. Después de esto, yo ya estoy de más», dijo Da Ponte a Efe durante una entrevista en su domicilio de Asunción.

De origen italiano, hijo, nieto y padre de esgrimista, Da Ponte no era el designado en un principio para competir en los Juegos de México. Pero la eliminación de la selección de fútbol y la renuncia a última hora de los remeros derivó en su elección por parte del Consejo Nacional de Deportes, ya que entonces Paraguay no tenía Comité Olímpico.

Ahí fue donde comenzó una improvisada aventura para que el tirador paraguayo llegase a tiempo el mismo día de la inauguración.

México había cursado una invitación, con pasaje de ida y vuelta y estadía en la Villa Olímpica pagados, para que Paraguay participase por primera vez en los Juegos.

«Días antes del viaje me llaman y me confirman. No teníamos ni documentos», señaló Da Ponte entre risas. Él mismo tuvo que confeccionar «a la carrera» el logotipo, el sello y el membrete del que hasta 1970 no sería oficialmente el Comité Olímpico Paraguayo.

Aceptada la invitación, con su padre, Rodolfo Ítalo da Ponte, como entrenador y único acompañante, puso rumbo a México.

«Yo llegué en tres días, de madrugada (…). Llegué a las seis en punto de México. A las nueve era la inauguración», dijo.

Da Ponte indicó que desde el mismo momento en que llegó a la capital mexicana continuaron las improvisaciones, en este caso para el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos.

Siendo solo dos, él y su padre, necesitaban un tercero para completar la delegación paraguaya.

«Nos recibió nuestro embajador y el secretario. Estábamos yo de abanderado, mi padre de escolta y necesitábamos el trípode. Entonces (el embajador) le dijo al señor Óscar Arias (secretario de la embajada paraguaya en México) que fuera a buscar un pantalón gris perla y una chaqueta azul para que hiciera de trípode», señaló.

Da Ponte explicó que consiguieron la ropa en la hora previa al desfile.

«Todo fue jocoso, tal es así que nos reíamos mucho del secretario por lo que tenía que conseguir. El saco azul lo consiguió muy rápido pero el (pantalón) gris perla, de un colegio creo que lo consiguió», recordó entre risas.

Y una vez comenzó el desfile, llegó la «catarsis».

«Las 110.000 personas se levantaron y aplaudieron y gritaron ‘Paraguay, Paraguay’. Yo en ese instante parecía que estaba caminando a dos metros de altura (…) Fue la mayor satisfacción que he recibido», afirmó Da Ponte.

Ahora, y con la misma agilidad con la que blandía su florete hace medio siglo, el deportista paraguayo recuerda la escasa fortuna que, después de semejante periplo y la cascada de emociones, le acompañó en la competición, al día siguiente.

Quedó eliminado en la primera ronda tras cinco enfrentamientos en los que consiguió 11 tocados a favor y 25 en contra. Esto le relegó a la última plaza de un grupo en el que estaba, entre otros, el francés Daniel Revenu, ganador en su carrera de seis medallas olímpicas y que a la postre se colgaría en México el bronce individual y el oro en florete por equipos.

Pero aquel resultado no afligió entonces a Da Ponte ni lo hace ahora, puesto que no fueron los resultados lo que hicieron especial para él México’68, sino la forma en que llegó a convertirse en el primer atleta olímpico del país suramericano por casualidad y con inventiva.

«Es un país de mucha altura, es la Ciudad de México. Los otros países estaban ya concentrados un mes antes para aclimatarse. Yo me aclimaté el día de la inauguración, ¡qué diferencia! Ellos no eran superhombres frente a mí, pero el estado físico que estaba teniendo en ese momento no daba», afirmó sin acritud.

«Para mí fue todo un sueño. Lo tomé como un sueño rápido y feliz. El mejor recuerdo de mi vida», aseguró Da Ponte.

Fuente: Publicaciones de medios de comunicación paraguayos.

Foto: Cortesía www.ultimahora.com

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